¡Bustos sin corpiño, belleza!
- cesar dario fazzini
- 16 mar 2017
- 4 Min. de lectura
Listo, volvió, soltaron la pelota los angurrientos. ¡”Pal” Vicente López me voy! No soy un hincha de Platense, soy una ilusión Marroniblanca que camina evitando mirar a los costados, para ni siquiera sospechar el precipicio del fracaso. Miro solo para adelante, allá voy, allá vamos. Tranca, jugamos contra los “doce” del Chiqui. “No le tenemos miedo Mr. President, es más, por respeto a su investidura, y para que sea un encuentro parejo, hemos dejado a Vazzoler en el banco. Ji,Ji. ¡Nos sobran jugadores, lero, lero! Perdón, me insolenté.” Entro a la cancha, el “chip hace pip” y… ¡plimba!, uy, no, ¡pará, el Vicente López encogió!, ¿o esta vez vinimos todos? Somos tantos, que al templo Calamar se le saltan los botones, nos queda corto de mangas, no se puede abrochar el botón de la camisa. ¡Nos queda chico todo, papá, no solo la Beeeee! La Goyeneche provoca la envidia de tribunas vacías televisadas de viejos rivales. La platea tiene llenos todos los renglones.
“¡Abran paso!”, grita un “Goyenecho” y entran en escena, con prolijidad coreográfica, los portadores de un telón de principio de fiesta, cada uno a distancia estudiada para evitar enredos, como los anzuelos de un espinel, para terminar desplegando, un mar “Marroniblanco” que se llena de chichones que le hacen las manitos empuñadas por debajo del trapo, formando olas de orgullo Calamar. Se baja el telón. Celebración infinita, esperanza perpetua, receso eterno, retorno épico. Una felpa verde desaloja al viejo césped amarillo. ¡Gracias riego! Silencio. “Priiiiiiii”, pita Don Gonzalo López Aldazabal de las Mercedes Cárdenas del Pito. Platense comienza conquistando territorio ajeno como hace tiempo no lo hacía.
“¡Te equivocaste Omar! ¿Cómo dejaste afuera a Vazzoler?”, grita un hincha con hambre de cena, desenfundando el rencor, por la ausencia del “Pancho”. ¡Plop! Bustos empieza a hacer piruetas sobre el cordón de la vereda de la línea de cal, mientras los “muñecos caros” de Barracas van cayendo al piso como peluches descocidos. La tibia y el peroné de Jony esquivan la fractura expuesta que intentan los contrarios, y entonces Bustos se afloja los breteles, se saca el corpiño, de los ojos, y ¡belleza!, le entrega de “coté” la pelota al Pato. Patricio le da el golpecito justo a la redonda para evitar un rojiblanco, como cuando revoleás un panqueque, con oficio culinario y sabés el lugar exacto de su destino. Rodriguez, después de recibir su propio pase y en el punto justo de cocción, la empuja con su botín de terciopelo, para que Bustos, que sin el corpiño es mucho mejor, descubra que no solo es zurdo, le haga un mimo de derecha a la pelota, y el “Chino” demuestre que no es el del super de la vuelta de casa, y aparezca, por sorpresa, primero, en la fila de cabezas que había en el área. ¡Cabezazo Vizcarrero y goooooooool!.
¡Uf! Escondemos los ojos vidriosos, engolamos la voz y racionalizamos la brillantez de la jugada con el hincha de al lado. “Aldazabal del Pito” se enoja por nuestro “golazazazo” y trata de cambiar la corriente favorable en la que nadaba el Calamar para impedirle avanzar. “¡Pará la chata, Aldazabal! ¿Paga la AFA, paga Barracas? Andá a cag… !”, gritaba un señor viejito, que sabe que la “A” es con la única vocal que no se le sale la dentadura postiza. Carrasco no hace el segundo gol, porque le indigna que lo dejen solo frente al arco, cuando todos saben que a él le gusta hacer goles desde ángulos estrafalarios.
El partido se pone rugoso. A Mozzo, cada vez que toca la pelota, se le desajusta la placa de titanio de la pierna y el médico en vez de traerle un destornillador, le echa spray que oxida la prótesis metálica del “Yorugua”, pero que no altera su entrega y nobleza inoxidable, hasta que, destartalado, tiene que entrar a boxes. Ingresa Carreira, con saco blanco y una bandeja en la mano, y asume con corrección el papel de Mozzo: se encarga de “servir” a unos cuantos en el mediocampo. Entretiempo, pis, hamburguesa y gaseosa. El Chiqui se queja, reclamando un claro “orsai” del utilero de Platense en el gol. Intenta hablar con Angelici para que le arregle el asunto, pero el Tano no atendió porque estaba en el casamiento de Ceballos.
“Priiiii”, pita Aldazabal, para que arranque la segunda. La justicia seguía escorada, ladeada, inclinada. Talamonti continuaba cumpliendo con la adaptación de Maninno y Cabral como eficaz padre “jardinfantero” tratando de que los nenes se acostumbren a arreglarse solos. Lorefice, por suerte, había hecho la VTV hace poco y tenía el matafuego cargado para apagar algunos incendios defensivos. El “Popi” no podía ajustar la cincha floja de su gambeta y a los Barraqueños les resultaba fácil domar sus corcoveos. Mastrolía, hacía tiempo, que no hacía tanto tiempo, y el referí “A-Mono-estó?” a nuestro arquero. Barracas tiraba centros, pelotazos, bochazos, ollazos, para ganarlo de “Guapo”, pero su prepotencia era estéril.
¡La hora, la hora! Don Lopez Aldazábal del Pito otorgaba cuatro minutos de “changüí” presidencial. “¡A la carga Barracas!”, grita un pelado que jugaba de arquero. “¡Hoy me convierto en héroe!”. Pero, pif, “Pancho” se la roba con la puntita del pan, Bustos, que sin el corpiño es otro jugador, comienza una carrera perpetua, la pelota lo sigue con fidelidad y reconocimiento canino por el buen trato recibido. “¡Pegale, pegale, pegaleee!”. Una montaña de camisetas “Marronibeige” nos confirman que fue gol. Abrazos, choque de puños y llanto. “Vieron que tenía que jugar Vazzoler, la pellizcó justo”, decía el hincha que siempre tiene razón. “Yo tenía 6 años la última vez que ganamos seis partidos seguidos”, comentaba un señor de 86 años, entre lágrimas y mocos. “¡Oleeee, oleeee, oleeee!”, se desgañitaban las gargantas Calamares. ¡Priiiii! Interrumpió Aldazabal del Pito, enajenado e irritado por el toqueteo Calamar, mientras esquivaba la mirada presidencial que bajaba desde el palco.
Volvió, volvimos, ¡volviste Platense! “Labruna acierta, hasta cuando se equivoca”. Tratar de distinguir entre la suerte y la sabiduría es engorroso y mezquino. “Chapó, Omar”.
Vuelvo por Zapiola, con “prudencia” tomada de mi brazo. Aunque no llueve, no quiero pisar otra vez baldosas flojas. Toy tranca, alegría de menú ejecutivo, principal, postre y bebida, no quiero empacharme, ni empalagarme con el menú triunfalista. Todos sabemos, lo que todos sabemos, fue un lunes premonitorio y Saavedra huele a ascenso, pero queda entre nosotros…… pura Tinta Calamar.
César Fazzini (Calamarrón)
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