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Murga Calamar y locura

  • Foto del escritor: cesar dario fazzini
    cesar dario fazzini
  • 21 feb 2015
  • 4 Min. de lectura

Partido descontrolado, desfachatado, partido de carnaval. “Aparece la murga ‘marroniblanca'”. Los “clapclapes”, con alitas de esperanza, sobrevuelan la noche linda. Los parodistas ensayaron mil veces el baile del tiqui-tiqui. El brujo Alfaro, desde la carroza del buen fútbol, bastonea a su comparsa. Finta, pirueta y gol. El bucanero Miranda hace delirar al “Calamaródromo”. Los jurados certifican la conquista. La gente de corazón marrón enloquece y desborda las graderías, la cantidad de piernas duplican a las personas, es lógico porque cada persona tiene dos piernas, ¡pero la exageración es indispensable para semejante espectáculo que brota desde el césped!

La murga del oeste está desesperada. Pero aparece el Rey Momo Mastrolía en escena, y como si representase al demonio, se enreda con serpentinas imaginarias y el “loquito” de la murga de occidente, que se puso brillantina en la cabeza, roba la pelota y aprieta el pomo, y cuando “el loquito” aprieta el pomo, la comparsa del oeste grita gol.

“Sigan siempre por abajo… al compás del tamboril”, tararea el brujo Alfaro desde el borde del escenario. El escobero Gianunzio gira con cadencia circular infinita y suelta la redonda, que incomoda su acrobacia. Uno de la murga del ocaso se aprovecha, el “loquito” aprieta el pomo otra vez y la cuelga del ángulo pluscuamperfecto, diez en geometría, diez en castellano y gol.

Intervalo, se retiran las murgas, el barrio Calamar finge un aplauso de aprobación a su comparsa triste.

Segunda parte del corso. “El desconsuelo”. La murga marrón está confundida, la banda del oeste hace suyo el tiqui-tiqui, el bastonero Alfaro queda hipnotizado y disfruta como rueda la pelota por abajo, no advierte que se trata de un logro de la banda contraria. El hermano del “loquito” de la murga aurinegra aprieta el aerosol y nos llena la cara de espuma. Al “loquito” se le mezclan los recuerdos, y regala un penal a Goyeneche. Termina el corso. Nuestro brujo no quiso destruir la belleza de la murga ajena. El estandarte “chimenea” junta a su comparsa para el saludo final. Bajan aplausos livianos, vuelo cortito, como avioncitos de pañuelos de papel, que caen cerca y quedan pisoteados por suelas de tristeza. Tres meses cociendo lentejuelas para tan poco brillo. Final del corso.

-“¡No me toques, estoy en carne viva! ¡Alfaro! ¡La B Metro no es Disney! Vos desayunas con vidrio, pero los demás técnicos ¡no comen vidrio!”. -“¡Pará, animal, es la primera fecha!”. -“¡Ya se, no me jodas! Primera fecha, de local, después de tres meses, ilusionado, con 16 años de frustración encima, ¡que se hagan cargo de todo eso si quieren jugar en Platense!”. -“¡Ah no! Con hinchas como vos, vamos mal, hubo cosas lindas de la mitad de cancha hacia adelante”. -“¡Si, el Loco y el Rengo la rompieron, pero jugaban para los contrarios y no los marcó nadieeeeee!”.

Zapiola me tiene junado, conoce mi pasión y adivina las derrotas, sabe que desde el 4900 hasta el 4200 no entro en razones y mi cerebro es una cloaca. ¡Quiero un arquero normal, ni la momia de antes ni el mamerto de ahora! ¡Alfaro, tenés que dirigir a los once, no solo del medio hacia adelanteeeee! ¡Hay que hacer la de Merlo con Colón! ¿Ser más defensivos? ¡No, echarlo en la primera fecha!

Estoy desbocado, sin control, me pienso encima, son borbotones de rencor que no puedo controlar, llegué hasta el 4000 y Zapiola no puede amainar mi furia. ¿Como voy a pensar que hay que cambiar el técnico en la primera fecha? Pero mi cerebro es un volcán de resentimiento Calamar. ¡Alcaraz es un outlet de las Tortugas Ninja, es lento, come pizza todo el tiempo, pero no tiene poderes! ¡Bocca dijo que Gerlo y Alfaro eran el agua y el aceite!, desconozco quien era cada elemento, pero si Gerlo era el aceite… ¡Quiero aceite en la defensa! ¡Un cuello ortopédico para Ortiz, a ver si alguna vez juega con la cabeza levantada..! ¡No!, ¡no! Son pensamientos hirientes, ofensivos. ¡Por favor!, alguien que apague mi maldito cerebro “marroniblanco”, que lo ponga en vibrador, en mute, en pausa, no quiero escucharlo.

Platense me convirtió en un adicto irrecuperable a la crítica mordaz. Mi estado de ánimo pende de una finísima baba del diablo. Me amargo cuando me entero que Zuñiga hizo un gol en el Nacional B. Sufro pensando que Pansardi sea el Mercier de Chicago y me haga el topo Gigio desde la tele. Caigo en el desconsuelo cuando Angellotti ya es héroe de penales en Acasusso, y me angustia que Melivilo juegue en primera.

Decepción contra Almirante, fui a ver a un equipo y saltó un payasito con resorte, un chasco, jugamos mal a pesar de jugar lindo algún ratito. Zapiola apenas pudo calmarme. Toy llegando a casa. Con un marcador negro agrego “en un amistoso”, en la remera que me había hecho hacer con la inscripción “Gerlo jugó en Platense”. “Los fundamentalistas enarbolan la infalibilidad de sus ideas, e incitan al error de sus seguidores” ¿Lo qué? ¡No entendí!. Traducción: no siempre hay que salir jugando por abajo como dice el técnico… ¡Pegale de puntín para arriba, Leguiza!

El fracaso es como un hongo, que crece debajo de las raíces de Platense. Los Calamares suponíamos que el repartidor de destinos nos había adjudicado un lugar entre los primeros veinte del fútbol argentino para siempre. La realidad no confirma tal cosa. Tal vez debamos resignarnos. “¡Harto ya de estar harto, ya me cansé, de no poder salir, de Primera B!”, perdón Serrat…… pura tinta Calamar.

César Fazzini (Calamarrón)


 
 
 

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Responsable escrito: César Fazzini
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