Subsuelo, simulador y milagro
- cesar dario fazzini
- 9 ago 2015
- 4 Min. de lectura
El vagón de las desilusiones está repleto. Acaso, ver jugar a Platense sea antídoto suficiente para lograr que la esperanza se tire desde un décimo piso y se suicide. Pero el alma Calamar es vulnerable, y cualquier resquicio de luz provoca la recaída. La ilusión es una adicción difícil de combatir, apenas un triunfo bonito y caigo cándidamente en un nuevo espejismo.
Me marea balancearme del éxito contra Defe al empate de brazos caídos contra San Carlos. Quizás lo único que hubiese podido salvarrne, podría haber sido una lluvia eterna que hiciera suspender para siempre el partido en Berisso, y guardar a perpetuidad la falsa ilusión del partido contra el Dragón.
“Ser hincha de Platense y ponerle sal a la comida es una combinación explosiva para el corazón, cuídese”, me advirtió el doctor Sorlini, mientras apretaba la perita de goma para tomarme la presión.
¿¡Quién sos Platense!? ¿A dónde vas? ¡No me pidas que festeje triples! El único triple que te festejo es el de rúcula, crudo y parmesano de “La Capital”. -“¡16-10!”. -“¡Bien, vamos ganando por dos triples!”. -“No salame, me tomé la presión y la tengo por la nubes”.
“Platense está triste porque estamos en la “B”, por más que compremos un ascenso de básquet con llantas de aluminio y techo corredizo, no podemos disfrutarlo. ¿Querés que te finja una falsa emoción? Dale, “quedamo” así, apenas me emocione te llamo por teléfono llorando o escaneo una lágrima y te la mando por mail. ¿No había descuento en la segunda unidad, para comprar el ascenso del fútbol también? ¡La clavó en el ángulo! Los aros de basquet no tienen ángulos, idiota. Click.
Camino por Zapiola de madrugada, desvelado. Tuve un sueño que no me dejaba dormir. “¡Pará de dar vueltas en la cama!”, dijo mi señora entre dientes. El sueño que me quitó el sueño. “¡Decime la estadística del futuro, basta con el pasado, me tenés podrido, hacé doble click en el 2017 y decime si ascendimos a primera, te lo exijo, de hincha de Platense a hincha de Platenseeee!”, gritaba yo, con las bolitas de los ojos rebotando en el piso, mientras agarraba del cuello a Alejandro Fabbri. Pero Fabbri se me escurría entre las manos yo le robaba el pendrive gigante que tiene, lo rompía a martillazos y le gritaba “¡Basta de pasado! ¡Basta de pasado!”. Finalmente, el pendrive de Fabbri, en un acto de resistencia y fidelidad a su dueño, con una voz agonizante alcanzaba a decir: “… en 1980, con gol de Oviedo, Platense le gana a Rivvvvv…”.”Shhhhhh… ¡No se puede dormir así!”, gritó mi mujer. Me echó de la cama y me perdí el final del sueño.
La noche carga los pensamientos de un dramatismo sobredimensionado que los convierte en pesadillas. Hasta me provoca angustia resolver si doblo hacia Conesa o Balbín cuando Zapiola se corta. Toy en la Esso de Monroe. Bajo por una escalerita para ir al baño, pero llego a un subsuelo atiborrado de gente, vapores viciados y actos impuros. Un señor con campera de “Los malevos de Pompeya” paga por diez penales ya otorgados en 2015. Barras gallinas pesan guita con una balanza gigante. El juez “Mastrangelito” está haciendo la denuncia por la pérdida de la vergüenza. Entre el humo descubro jugadores de Platense. Romero busca en Internet países donde los partidos duren sólo 15 minutos. Trapito Vega se enyesa el tobillo derecho, para no tirarla al lateral cuando esta frente al arco, ya no le hace la cama a Pedro Bocca, porque Pedro se fue a dormir a Español. El Mono Ortiz compra un GPS de corners y tiros libres para lograr que alguno llegue al destino deseado. Greco pasa caminando como si todavía lo estuviesen llevando en andas. Anselmo está cenando tranquilo, se distrae y “El loco” le toma la sopa de letras y hace la lista de titulares y suplentes. A Bustos no lo vieron nunca más. Pasa Morales clavándose un puñal por cada partido que juega mal, su cuerpo es un colador. “Nos rompen el siete pero estamos entre los ocho”, declara Gianunzio feliz. Ferreira e Infante tratan de sacarse del cuerpo el “liquid paper” que usaron para borrarlos.
Atravieso una puerta de luz. Estoy debajo de Avenida Balbín porque las paredes son agudas y obtusas. Emerge un mundo infinito de pantallas gigantes. “Soccer simulator”, indican los carteles de neón. ¡Simuladores de fútbol!, nada que ver con la Play, no son para jugar. Hacen cálculos científicos, predicciones matemáticas irrefutables, exactas, infalibles, rigurosas. ¡Por fin, se acabó la incertidumbre! Estoy ansioso, leo las instrucciones y comienzo con la carga de datos. Mastrolía, Briones, Lamacchia, Alcaraz… “Error, esto no es un simulador de boxeo”. Cambio a Alcaraz y lo pongo a Peláez. Termino de cargar a los once titulares de Platense. “Marcar destino deseado”, marco, con modestia, “B Nacional”. ¡Enter! “Procesing…” … Finalmente aparece un pulgar hacia abajo. “¿Desea cambiar algún jugador o al técnico?”. Hago cambios y sigue el pulgar para abajo, lo saco a Anselmo, pruebo con Guardiola, con Mourinho, pruebo sin técnico y el pulgar sigue hacia abajo. “¿Estaría dispuesto a arreglar con los árbitros para obtener otro resultado?”. ¡Máquina corrupta, máquina inmoral, máquina perversa! Miro hacia todos lados y con disimulo aprieto: “Si”. “Procesing…”. ¡Pulgar para abajo! “Sus players son incompetentes, debe cambiar al menos 8 players titulares”. Time. Stop. Out. Print.
Estoy volviendo a casa avergonzado, caí en la corrupción y tampoco alcanzó. Tal vez la policía ya me esté buscando para detenerme. Las pruebas quedaron en el simulador. Llevo el papelito que imprimió la máquina, con un pulgar hacia abajo y un 2015 en negrita que indica el futuro inmediato del Calamar. En ningún lado aparecen los nombres de los tres jugadores rescatables de los titulares. En el reverso descubro una leyenda que dice: “Estos simuladores evalúan también la moral de los participantes”. ¡Me engañaron! ¡Nunca más cargo nafta en la Esso!
“Tenés olor a cigarrillo”, protestó mi mujer cuando volví a acostarme.
Que Platense ascienda este año sería un milagro. Los estudiosos afirman que para que un milagro ocurra, es condición indispensable el escepticismo previo, el descreimiento absoluto, la desconfianza total. ¡Epa! ¡Vamos Platense carajo! ¡Estamos en el camino correcto! ¡Reunimos todas las condiciones para que ocurra el “milagro”! “¡Ojála dió!”, remedo el rezo del que cortaba el bacalao…… pura tinta Calamar.
César Fazzini (Calamarrón)
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