Panqueque
- cesar dario fazzini
- 15 may 2015
- 4 Min. de lectura
Le ganamos a Comu de visitantes. “¡Son once gladiadores que desbordan de coraje y buen juego, por fin trajimos buenos jugadores, los dirigentes están trabajando muy bien, y Pedro Bocca es más grande que “Pedro el grande”!”, pip, pip, pip, este pensamiento se autodestruirá en 5, 4, 3, 2, 1 segundo.
“¡Que se vayan todos, perros, ladrones, perdimos con Almagro que hacía veintisiete años que no ganaba, o veintisiete partidos, que se yo! ¡Empatamos con uno de la C, con Español, de locales! Tomátelas Bocca, dirigentes inútiles, traigan pocos pero buenos…”, pip, pip, pip, este pensamiento se autodestruirá en 5, 4, 3, 2, 1 segundo…
¡Tengo huevos! Sólo me agrego harina, leche y una pizca de sal. ¡Soy lo que soy, no tengo que dar excusas por eso! Si señores: ¡Soy un panqueque! Si alguien pregunta “¿A dónde están los panqueques?”. ¡Ese soy yo!, soy “Carlitos de Villa Gesell, el rey del panqueque”.
Me declaro en estado de panqueque permanente, aunque me disfrace con dulce de leche, aunque me ponga un traje de crema, seguiré siendo panqueque. ¿Hay otro panqueque en la sala?. Los panqueques no somos peligrosos, solo contradictorios. Nadal jugaba en defensa: ¡Horrible! El ingenio de Bocca lo pasó al medio, y el chueco anda bien, yo doy vueltas en el aire y caigo dado vuelta: “¡No te mueras nunca, Nadal!”. Perdí la mesura, ante el éxito y ante el fracaso. No puedo actuar con miedo a contradecirme en la próxima.
“Bravo, muchachos, hicieron lo posible, hay revancha, es sólo un juego”, me cuesta. Yo se que hay que seguir alentando, y frente a una derrota indignante en vez del agresivo e hiriente “Jugadores, la conch….”, debería cantar: “¡Jugadores… aunque jueguen horrible… nosotros apoyamos, tal vez esto les siiiiiirve”. Y así con todo: “Trapito, Trapito, Trapito, Trapito de mi corazón, aunque juegues mal casi siempre, igual yo te quiero un montón”. “¡Chavarri, compadre, es sólo una mala tarde!”. ¡Nooooo!, no me pidan eso, desbarrancaré en la pendiente de la crítica hostil cuando perdamos, para luego desvergonzadamente, desdecirme y elogiar lo que critiqué. ¡Estoy en carne viva, papá! Tenemos una herida grande, no se cura con un poquito de Hipoglós.
Me borré del club de los equilibrados, rompí el carnet del club de los ecuánimes. “¡Aro, aro, aro! Ayer pasé por tu casa, me tiraste con mi archivo, yo se que no lo resisto, ¡pero no te hagas el vivo!”. Admiro a aquellos que están agazapados para rescatar lo positivo, y ante un éxito menor manifiestan a viva voz: “¿¡Y ahora qué dicen los que criticaban!?”. A mí me resulta imposible rescatar lo positivo en el momento negativo.
Contra Comu me quedó claro que la suerte es absolutamente rencorosa y después de pelearse conmigo, hirió la rodilla de Nadal cuando mejor jugaba, e intervino en el tiro libre sobre la hora, hizo rebotar la pelota en la escoba de una bruja y se la puso en el botín a Vacaría, en mi tele se escuchó clarito la carcajada de la suerte. Hay que estar atentos, creo que fue una advertencia.
El que avisa no traiciona. Por lo tanto, solicito al ente regulador de cumplimiento de deseos, que no sea riguroso, pasaron 16 años. Dejo constancia de que, en razón de la demora para plasmar en tiempo y forma mis anhelos de ascender, y ante el natural deterioro que produjo en mi cuerpo el transcurrir del tiempo, si asciende Platense, en vez de ir caminando hasta Luján en ayunas como prometí, caminaré en ayunas, desde casa, hasta La Guitarrita y comeré solamente dos porciones de muzzarella. La promesa de escalar el Aconcagua la permuto por subir sin ojotas en verano el médano más alto de Mar de Ajó. En cuanto a mi juramento de cruzar nadando el Paraná, lo canjeo por dar una vuelta en un bote a pedal en el lago de Palermo. Y en vez de correr en bolas alrededor del obelisco con la bandera Calamar atada al cuello, mantengo lo de la bandera, pero evitaré el bochornoso espectáculo de andar en “tarlipes”, porque el paso del tiempo es cruel. Soy consciente de que mis promesas han perdido brillantez, pero la demora en la que han incurrido en el cumplimiento de mis peticiones, amerita mayor prudencia de mi parte. Mi intención no es presionarlos, sólo aclarar los tantos. Saluda Atte. Un Calamar opacado, despintado, desvencijado, destartalado.
Me subo a un container verde y me tomo una semana con todo incluido en el cinturón ecológico. ¡Necesito reciclar la esperanza!
El creador del mundo goza de buena reputación y es considerado infalible. Sin embargo, algunas creaciones divinas obedecen a errores, casualidades o torpeza de algún empleado de los cielos. No hace mucho, apareció en un diario el episodio en el cual Dios encarga a un dibujante inexperto que realice los primeros bocetos del sol, que iluminaría el mundo. Pero al salame que dibujaba se le volcó el tintero sobre la hoja, Dios observó con sabiduría la mancha negra y dijo: “Tranquilo, a eso lo llamaremos noche”. Yo sospecho que Dios quizás no supervisó la creación de los clubes de fútbol y sus destinos, y algún inútil en el manejo de la planilla de Excel de aquellos tiempos, en la celda de “Club Atlético Platense” y “Años seguidos en el descenso”, puso “20” queriendo poner “2” y el supremo ni se enteró.
Estoy llamando al 0800-CIELO para pedir que solucionen el problemita, que cambien el “20” por un “16” y Platense ascienda este año, pero a pesar de ser “divinos”, me dejan colgado… “Todos nuestros enviados están ocupados, intente más tarde por favor…” Redial… redial… redial…… pura tinta Calamar.
César Fazzini (Calamarrón)
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