Encantador de Calamares
- cesar dario fazzini
- 7 mar 2015
- 3 Min. de lectura
El lunes a la noche me separé otra vez de mi mujer. Reconozco que fue un acto de cierto cariño de su parte dejarme el pollo preparado, pero detrás de ese plato de comida se escondía el derecho adquirido de hacerme una pregunta incómoda.
-“¿De dónde venís tan tarde?” -“De perder con Riestra”, respondí con un pedazo de pechuga atragantado por la derrota. -“El partido empezaba a las nueve y son las doce de la noche”, murmuró mi mujer. -“¡Te dije que vengo de la cancha, de perder con Riestra. ¡Se cortó la luz! ¡Por eso se hizo tarde! ¿Me escuchaste bien? ¡Perdimos con Riestraaaa!”.
“¡¡¡¿De dónde vengoooo?!!! ¡Vengo del infierno, vengo del escarnio, de la vergüenza, de la humillación! ¡Riestra nos vacunó! ¡Nos llenó la cocina de humoooooo! ¿¡De dónde voy a venir, si hoy jugaba Platense! ¡Y yo prefiero ir a ver a Platense que estar con otra mina, si es lo que estás pensando!”.
Mi última frase fue el detonante, sólo fue una respuesta a su sospecha, no a su pregunta, pero cuando uno responde a una sospecha termina sospechado. Yo no dije que tengo una mina y preferí ir a ver al Tense, sólo quise reafirmar la importancia que tiene para mí ir a ver al Calamar. Pero mi mujer dice que yo dije que tengo una “mina”, y que llamé mina a las mujeres, porque no se valorarlas, y cuestiones profundas, escabrosas, dialécticas, ideológicas, hormonales, femeninas, ¡que son imposibles de resolver después de perder con Riestra de locaaaaal!.
-“Fue una metáfora”, intenté explicarle. -“¡Bueno, andate a la casa de la metáfora!”.
Hace ya bastantes años, algunos intelectuales reunidos en “Jar-Bar”, un barcito maloliente de Constitución, cansados de filosofar sobre la relación de los hombres con la eternidad, habían resuelto juntarse para discutir, pensar, especular, recapacitar y llegar a una conclusión final sobre la relación de los hombres con el cuadro de fútbol del cual son hinchas.
Las reflexiones que hacían estos pensadores etílicos de “Jar-Bar” comenzaron a gozar de cierto prestigio. Y la gente trataba de respaldar sus opiniones diciendo: “Es un estudio que se hizo en Jar-Bar”.
De aquellas sesudas disquisiciones regadas por Gancia y ginebra Bols, surgió un manifiesto final donde se demostraba con base estadística irrefutable que un hincha de cualquier cuadro quiere en primer lugar que su equipo gane, en segundo lugar ganar, en tercer lugar obtener el triunfo, en cuarto lugar lograr una victoria, quinto lugar hacer un gol más que el contrincante, en sexto, séptimo, octavo, ¡en decimoquichiciento lugar queremos ganaaaar, Alfaro! ¡Por abajo, por arriba, por el centro, o por adentro! Pero necesitamos, ganar Roquecito querido, ¡ganaaaar!
Incluso, en un apartado del manifiesto que sirve de ejemplo para la desesperación que tenemos los Calamares por ganar, explican que la angustia del hincha por obtener un mísero triunfo crece luego de una racha interminable y fatídica de penosas derrotas, lo cual hace que el simpatizante desprecie, minimice, en fin, ¡le parezca una boludez! la teoría del buen fútbol, pierda los escrúpulos, y acepte con gusto ganar sobornando a un juez de línea, echándole gas pimienta en los ojos al arquero del oponente, fracturándole la pierna al goleador del equipo contrario, e incluso aceptaría jugar “horripilantemente” a cambio de una victoria. ¡Pero ganar, ganar alguna puta veeeeeeez, como sea!
Esto es desesperante: ¡Perdimos con Almirante! ¡Nos bailó Estudiantes! ¡Nos ganó fácil Riestraaaa! ¿As?í que no te importan los rivales Alfarito querido? Esos rivales que no te importan son los que nos bailaron las tres fechaaaaaas. ¡¡¡Prefiero estrujarme los dedos con una morza, apretarme el huevo izquierdo con una pico de loro e ir a almorzar a lo de mi ex suegra, que ver jugar a este Platense, es un desastreee!!!.
Dijiste que de locales teníamos que ser imbatibles, ¡y somos más batibles que el café instantáneo! Los Salieris de Guardiola, los Salieris de Martino, se promocionan desde el pintoresquismo de su discurso, pero el arte consiste en lograr en la cancha lo que se pregona con la lengua. Muchos hinchas sospechábamos de las capacidades y conocimiento del brujo Roque, pero con sus palabras luminosas se convirtió en un encantador de Calamares malpensados. El hechizo duró poco, y sus palabras, otrora esplendorosas, suenan huecas, opacas, insulsas, vacías. Platense es como una cita a ciegas de un sitio de internet, una foto falsa, Alfaro nos prometió tanta belleza del equipo, que la desilusión es infinita.
Toy encerrado en un buzón, en la esquina de Zapiola y Pico. Es el buzón que le compré al técnico de Platense. Me impuse este castigo, me quedo aquí adentro y hago huelga de hambre hasta que Platense juegue bien.
“¡Salí de ahí, te vas a morir!”, me gritan algunos hinchas pesimistas cuando pasan por la esquina, y por si acaso, me tiran por la rendija un sobre con cien de salame o mortadela. Acaso sea una medida exagerada, porque mi suerte depende de otros. Igualmente yo merezco este encierro por seguir comprando buzones, a esta altura del partido…… pura tinta Calamar
César Fazzini (Calamarrón)
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