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Caramelo Calamar amargo

  • Foto del escritor: cesar dario fazzini
    cesar dario fazzini
  • 25 nov 2014
  • 4 Min. de lectura

¡Mentira! ¡Farsantes! ¡Déjenme vivir tranquilo! Entré a la página del Google Future, donde se puede leer quién gana el Martín Fierro 2019, quién es campeón mundial de fútbol del 2018, y leo que Platense pierde por penales contra Armenio, de local, en la Copa Argentina del 2015. ¡Mentirosos! ¡Los partidos hay que jugarlos! Es una operación de prensa de Noray Nakis. ¡La futurología no existe! No suframos a cuenta… ¡No nos dejemos engañar por esos inventos morbosos!

Me duele la panza, el alma, el pecho, las encías, los ojos, el corazón, el paladar… ¡Ayuda! El fracaso es como los huevos fritos, uno de vez en cuando, no hace mal, ¡basta de excesos! Fracasos fritos, a la provenzal, frustraciones al ajillo, desengaños a la puttanesca, fiascos a la calabresa… ¡Un container de Buscapina por favoooooor!

Camino por Zapiola sin saber de dónde vengo. Zapiola me conoce más que mi mujer, comparte mis broncas marroniblancas recién concebidas, pero hoy, no se bien porqué la camino. Pasa gente conversando: “Perdimos, por penales, contra Armenio, me quiero matar”. “¿Viste los dos goles que se comió Vega?”. No muchachos… ¡No le crean al Google Future por favor! ¡Es ficción malintencionada! No van a conseguir que me aflija en 2014, por una copa que se va a jugar en 2015.

“Peor que ver negra la realidad, es no verla” ¡No me traigan sobrecitos de azúcar con frases banales para el café! Tomo el café amargo desde que ponen esas oraciones obvias e infantiles. Yo estoy mal, todo lo asocio con la decadencia estrepitosa de Platense y sufro. “El triunfo no esta en vencer siempre, sino en nunca rendirse”. ¡Pero quiero ganar algo alguna vez carajoooooo! El mozo me hizo bajar de la mesa, sabe que soy de Platense y que estoy soportando momentos aciagos, pero tiene razón, no se puede andar a los gritos y revoleando sobrecitos de azúcar en un bar. Antes de salir, levanté del piso el tercer sobrecito, solo por curiosidad, y retomé la caminata por Zapiola.

Es extraño, estoy haciendo un camino similar a cuando vuelvo de nuestro estadio. “¡Debutó Kuszko! ¡Lo trajeron para jugar solamente la Copa Argentina! ¡Flores volvió al arco, increíble!”, decía un señor mayor. Pobre hombre, se cree todo lo que dice la página futurista.

Algo me hace recordar que camino por Zapiola para comprar desodorante para mí, en el súper chino. “Palatenche pielde siemple, Palatenche pielde hasta con Almenio”, me dijo Chwan, el cajero del super chino. “¡No, Chwan, todavía no jugamos ese partido, es en 2015”, le avisé. “Yo no soy más Palatenche como vos”. “¡Pará Chwan, no te dejes engañar!”. “No, no, vos Palatenche, Chwan, no es más de Palatenche, ji,ji”. Yo lo había convencido a Chwan de hacerse de Platense, pero le duró poco. “¡Exitista!”, le dije a Chwan, amigablemente para poder seguir comprando vinos avinagrados, pero baratos.

En su momento pensé que si Chwan se hacía de Platense, y convencía a los de su comunidad, de hacerse del Calamar nuestra hinchada no iba a ser la más fiel, pero seguro la más grande del mundo. Pero los orientales sonríen, y comen cosas raras para nosotros, pero no comen chop suey de vidrio. Chwan me enseñó la gran diferencia que hay entre “hacerse” de Platense, con “ser” de Platense.

Tal vez no es un momento tan malo. No tenemos que sufrir una definición por el ascenso. Azconzábal y Rambert terminaron invictos en su paso por el Calamar. Rukavina logró comercializar su imagen, como el emoticón de la tristeza. Con los tirantes que compraron los dirigentes para escaparse, podemos hacer un quincho en el club y Greco ganó el primer premio en una fiesta de disfraces, con el disfraz de Guardiola. Además, estoy conmovido por el gesto de “Trapito” Vega. La forma en que jugó los últimos veinte partidos, fue una ayuda para los que aún nos aferrábamos a la vieja idolatría. Necesitábamos algo así, definitivo. “Quédense tranquilos, soy un desastre, no sientan culpa”. Un grande: “¡Gracias Trapo por arrancarme el póster del pecho!”.

Llegando a casa, y al buscar las llaves en el bolsillo, encontré el tercer sobrecito de azúcar, no pude evitar leerlo: “Hay tres cosas en la vida que una vez que pasan, ya no regresan. El tiempo, las palabras y las oportunidades”. ¡El azúcar me habla de Platense! ¡Azúcar implacable! ¡Tengo ganas de llorar! “¡Pará boludo, es un sobrecito de azúcar..!”. ¡Pero me está diciendo la verdad! El tiempo que pasa, las palabras que se las lleva el viento, las oportunidades de ascender también pasan… Me quebré, me quebré, no doy más. Mis lágrimas perforan el sobrecito de azúcar, se mezclan lágrima, frase y azúcar, se forma un caramelo Calamar, amargo, agrio, áspero. El médico me avisó que el azúcar me hacía mal, pero, que se yo, no pensé que leer el sobre……

Necesito evadirme y aparecer en una playa paradisíaca para olvidar el presente de Platense. Mi mente viaja… la arena es blanca. Al rato pasa un grupo de personas aplaudiendo por la playa, como cuando se pierde un chico. Un grandote lleva una “esperanza” sobre los hombros, la gente aplaude y grita “¿¡A quién se le perdió!? ¿¡De quién es esta esperanza!?”. Yo miro y me doy cuenta que es mía, la reconozco por el marrón y blanco, se que la perdí, pero por ahora me hago el gil, me da miedo volver a tenerla. Dame una caipirinha, pibe… “¿Le dejo un sobre de azúcar por si quiere agregarle, señor?”. No, gracias…… pura tinta Calamar.

César Fazzini (Calamarrón)


 
 
 

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Responsable escrito: César Fazzini
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