Un Calamar en la pared
- cesar dario fazzini
- 28 oct 2014
- 4 Min. de lectura
Vengo de la morgue, tuve que ir a reconocer mi cuerpo, estaba convencido de que no era yo, pero enseguida reconocí el gesto típico de “mí”, cuando veo a Platense arrastrado, pisoteado, humillado, degradado. Sobre la hora o a los cuatro minutos, lo mismo es. Ese rictus en mi cara se genera por la mezcla de una cándida ilusión que choca de frente con una manada de elefantes que portan la realidad. ¡Habíamos ganado dos partidos seguidos! ¡Te la creíste, boludo! …y… un pelo de resultados tira más que una yunta de bueyes.
Retiré mi cuerpo de la morgue junto al pitazo final de Giménez. Me tapé con la sabanita blanca porque tenía vergüenza. Derrotas infames, siniestras, aciagas, deplorables…
¡Vengan señores, participen del juego del eterno desengaño! ¡No se pierdan el trencito del terror! ¡Te-rro-rí-fi-cooooo! ¡Te podés cruzar con algún jugador de Platense! ¡Buuuuuuuu! “¡No, por favor, me da miedo!”. Y en esta semana de brujas, le agregamos al trencito dirigentes y algún técnico, para que te mueras de miedo… ¡Son todos de terror! Y de castigo te llevás los videos de los últimos 15 partidos del Calamar… ¡Te vas a asustar de verdad!
Entro a la página web del infierno porque me faltan adjetivos descalificativos. Titulazo de la web diabólica: “El infierno no es un lugar físico, es un estado de sufrimiento”, ¡Si, si, exacto! Eso nos pasa a los hinchas de Platense, es un estado de sufrimiento constante… ¡Gracias diablo! Pero la página del infierno es interferida por gracia divina. “Sólo le pido a Dios, que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerte no me encuentre, en el “descenso” sin haber hecho lo suficiente”. ¡Bueníííísimo también! Impecables los departamentos de marketing de los dos. Las palabras justas para un Calamar destrozado.
El cigarrillo me hacía mal y lo dejé, el vino me hacía mal y lo dejé, los fritos me hacían mal y también los dejé… ¡Hasta acá llegué! ¡No soy más de Platense! ¡Tomá, me animé! ¡Escuchen bieeen! ¡No soy más de “este” Platense! ¡Bastaaaaa! ¡Alcanzame el cepillo de alambre y el cloro, me voy a sacar el marrón y blanco del cuerpo, no puedo más!
Cuando uno se baña con ducha, adquiere un valor fuera de lo normal, algunos desafinan sin miramientos, yo hasta me animé a renunciar a mi amor por Platense. Cuando volví al living, mi mujer, que había escuchado mi alegato de renuncia, tenía cargada una bolsa de residuos de consorcio con el chopp de Platense, el toallón, el slip, aquella vieja zunga, los llaveros, la funda de la tapa del inodoro, el pijama, el plato sopero, las sábanas, el pañuelo, las camisetas, los gorritos y todo aquello relacionado con mi amor Calamar. “¿Lo saco afuera con la basura?”, preguntó lacónica.
Reconozco que mi mujer es como una fumadora pasiva, por estar a mi lado recibe el humo de mis frustraciones futbolísticas. Mi coraje había desaparecido por el agujerito de la bañera y me quebré, soy flojo. “Mil veces nos peleamos vos y yo, ¡pero jamás tiraría las cartas de amor que nos escribíamos”, respondí con la cincha floja, y la mirada fija puesta en la bolsa de residuos. El impacto de mi frase justa, sumado a que tal vez no le decía algo lindo a mi mujer la misma cantidad de años que Platense está en el descenso, funcionó como un antibiótico de amplio espectro, como un antídoto contra cualquier veneno del universo. “¿En serio las guardás?”, preguntó ella con una ternura que yo ya no recordaba, mientras vaciaba cuidadosamente la bolsa y repasaba con Blem y una franelita los objetos opacados por el tiempo. “¿El slip lo pongo a lavar?”. No tengo la certeza si técnicamente dejé de ser de Platense algunos minutos, tendría que ver la repetición, yo salí rápido del baño para no participar de la jugada, pero la pasé muy mal durante esos minutos, prefiero el estado constante de sufrimiento, como dice el slogan del infierno.
Hay infinitas piedras en el mundo, Platense elige siempre la misma para tropezar. ¡Correte piedra! En los corners en contra los defensores Calamares solo hacen una coreografía como porristas que dan la bienvenida al gol del contrario. El viagra es un gran invento, pero no resuelve la impotencia futbolística, es una pena. Yo ya me hice una camiseta que dice: “Yo lo vi en primera”. Nuestra pasión está tercerizada, tenemos un amor irrenunciable que defienden once números de cuit con escaso entusiasmo y una frialdad exasperante. Nuestros asalariados jugadores suponen que otorgar las pelotas divididas a los contrarios es un acto de caballerosidad.
-“¡Pongan huevo, muertos!” -“¡¿Que querés?! ¡Tienen dos meses de atraso los jugadores, gil!” -“¡Si tienen dos meses de atraso que se hagan un test de embarazoooooo, loco!”.
¡No! Horrible en la forma en que me estoy dirigiendo a los jugadores que defienden nuestros colores. Me estoy poniendo grosero e irrespetuoso. Perdón, mala mía, sorry.
Estoy recluido en mi dormitorio. Anoto en un cuadernito algunos datos estadísticos, ¡Uy! Contra Los Andes “Trapito” cumplió los mil offside en sesenta partidos, Tavio hizo 10 fotomultas de la patente trasera, solo datos estadísticos irrelevantes, mejor sigo mañana. La oscuridad del dormitorio y la luz fuerte del velador me incitan a repasar conductas infantiles. Desde chico desarrollé la extraña habilidad de lograr un Calamar casi perfecto haciendo sombras chinescas en la pared, digo “casi” perfecto porque con las manos, el cuerpo del Calamar no sale demasiado bien, en cambio con los pies, el cuerpo sale perfecto pero los tentáculos son cortos, así que conviene entrelazar los dedos de las manos con los dedos de los pies…… ¡Queda un Calamar perfecto en la pared, soy un capo!
-“¿¡Qué te pasa!? ¿¡Qué hacés todo retorcido con las manos en los pies!?”. “¡Creo que tengo hongos!”, le dije a mi mujer, eligiendo con rapidez, quedar medianamente asqueroso antes que incurablemente fanático……pura tinta calamar.
Calamarrón
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