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¡Alta zunga Calamar, capo!

  • Foto del escritor: cesar dario fazzini
    cesar dario fazzini
  • 18 jul 2014
  • 4 Min. de lectura

La zunga me quedaba horrible, pero en Brasil se usa. Quizás lo que me quedaba mal era la panza, las medias y el pulover. Contra Bosnia, boludeando, me puse una zunga marrón y blanca que conseguí en Paso de los libres, hace veinte años. Después sólo traté de mantener la cábala. Pack por veinticuatro de Brahma, un kilo de limoncitos, la estufa al mango, dos botellas de ginebra Bols, y… ¡Fan fest mundial! Criollo, calamar, en el living de casa… Cerveza, salamín, cornetita y caipinebra.

Si salíamos campeones del mundo, este año iba a ver a Platense con la zunga. El destino evitó tal vez, un espectáculo lamentable. Mi mujer dice que estoy en este sillón desde la definición por penales contra Temperley. Creo que tiene razón. Mientras esperaba sentado que se me pase la tristeza de la noche de Turdera, se me vino el mundial . Mientras esperaba sentado que se me pase la tristeza de la noche de Turdera se terminó el mundial. Brutal, terrible, inconmensurable choque de tristezas. ¡Rompí bolsa!

Una lágrima gigantesca salió de mi cuerpo. Aprovecho que tengo la zunga puesta y me sumerjo en la lágrima… el agua está contaminada. Pasa nadando Barreiro y grita: “Platense es mi casa, pero Los Andes me ofrece Havanna en caja y Platense no se mueve de los Jorgito sueltos”, chau, goloso. Mi celular anda mal en tierra pero perfecto bajo el agua, tengo internet; “O Figuerense quer?í fichar o Pato Yodriguez, de boa temporadinha en Platense do Aryentina”. ¡Todo escrito en portumano (portugués con tucumano)!, el Pato se fue a ver el mundial, mandaba noticias truchas desde allá y arreglaba con “Taieres”. ¡Suerte, cuac! A lo lejos, veo al pez Pulga nadando y eludiendo pececitos bosnios e iraníes. Salgo a la superficie a tomar aire y pasa volando una pelota que grita: “¡bájenme de aquí, soy la pelota del penal de Melivilo, auxilio!”. Si hubiese podido bajarla, lo hubiese hecho, en su momento pensé.

Vuelvo a sumergirme y me choco con una tortuga de agua, nadaba despacio, y decía: “Lo importante es formar un buen cardúmen… atajemos entre todos, a mí ya me está costando…”, y se alejó. Estoy cansado de nadar, vienen hacia mí un pez Mudo y un pez Momia, riéndose a carcajadas, y me gritan: “¡Nosotros ascendimos y vos no, gil!”, y se alejan hacia Mataderos. Cruzo al pez Pulga, esta vez eludiendo pececitos nigerianos y suizos. Yo sigo braceando, un rayo de luz quiebra el agua y aparece una sirena morocha que me susurra al oído: “Soy Ivana Nadal, este año juego de tres para ustedes”. Cuando quise volver a mirarla, solo vi nadando a un muchacho bajito con la camiseta de Defe. Unos litros más allá veo a un pez Pipa, un pez Kun y un pez Palacios tratando de embocar una burbuja en un arco acuático, les resulta imposible. Flota una frase sin dueño que dice: “Vengo a un grande de la categoría”, y se va a la superficie y se hace humo. Pasa otra vez el pez Pulga nadando pero un pez belga le hace frente y el Pulga se queda quieto. Un pez “bocha” bucea por la zona sur: “¡Quiero jugar en Temperley!”, grita. Los grillos de agua contestan: “cri… cri… cri..”, el “bocha” nada rápido hacia el norte, y tartamudeando dice: “Siempre quise revancha en Platense”. Nada un pez con crestita en la cabeza hacia Junín pero con dudas… “¡Te esperamos, Popi!”, le grito. Un cardumen de peces alemanes persiguen al pez Pulga, el Pulga trata de escaparse, se esconde en el fondo, desaparece.

Sigo nadando y el agua salada de mi gota triste se mezcla con agua dulce, ¿dónde estaré? Salgo a la superficie y veo un cartel que apenas emerge del agua y dice “Bienvenidos a Colón”. El GPS de mi corazón funciona inclusive mojado, miro a mi alrededor y veo gente que la está pasando mal. Muchos evacuados. Paso por un campo de golf inundado, hay unos muchachos malvestidos jugando al fútbol, a algunos los conozco de algún lado, a otros solo los conocen los padres. Ahora que estoy en la superficie, mi lágrima se avergüenza y comienza a secarse, bastante agua de más hay por estos lados, para que yo agregue una gota.

A pesar de su desgracia todos me miran sonrientes… “¡Alta zunga Calamar, capo!”, me grita uno. ¡Me quiero matar, me había olvidado! Unos policías se acercaron pensando que hab?ía sufrido la inundación, les conté que me había hundido en una gota gigante de pena futbolera. Me dieron ropa seca y me subieron a un micro. Dos asientos adelante se escuchaba: “Si viene Trezeguet tenemos cuatro nueves, ningún diez y nadie por afuera”. “Hay que traer un arquero titular”, balbuceaba otra voz. “Esperemos que Trapo mejore, es ídolo pero… no estamos tan mal, tenemos dos Vega, dos Molina, ¡pero de dónde sacamos otro Kuszsczsco!”, bromeó uno. “Esta vez por lo menos trajimos uno Bueno”, dijo otro cayendo en la obviedad entre ronquidos. No supe quiénes eran. El viaje terminó.

Ya estoy de nuevo en mi sillón de partido visitante. No quise festejar el “submundial”, tampoco le doy valor al “subascenso”. Quisiera renovar mis alegrías, las que tuve se están poniendo viejas. Vendí mi ilusión por pocos pesos, no voy a usarla, la esperanza solamente garantiza el desencanto.

Igual dejo el champagne en la heladera… que se yo… igual cierro los ojos y ascendemos… que se yo… igual pienso “son sólo cuatro meses…”, que se yo, ¡igual quiero ir ya, a ver al Tense!, ¡igual ya estoy cantando en la tribuna! ¡Para, para! ¡parece una publicidad vendehumo del mundial…! ¿No habías vendido la ilusión…? Ta bien, tenés razón, pero la ilusión es como el colesterol, apenas te descuidás, te vuelve a subir…… dale marrón… dale marrón… solo espero el silbato final… final… final…… pura tinta calamar.

Calamarrón



 
 
 

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Responsable escrito: César Fazzini
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Cesar Darío Fazzini

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