Hernia de resignación
- cesar dario fazzini
- 15 jul 2014
- 4 Min. de lectura
– Suerte… – Gracias. – Buena suerte. – Gracias. – Suerte el domingo… – Gracias… – Suerte con Temperley… – Gracias… – ¡Suerte! – Suerte esta noche… – Gracias…
Suerte… suerte… ¡suerteeeee! Bienintencionados pero inútiles; entrañables pero incapaces; fraternales pero ineptos ¿¡Para qué carajo sirven esos deseos de “suerte”, si no tienen la más mínima capacidad para proveerla en la forma que uno necesita!? Si sus deseos no alcanzan para que el contrario no haga un gol a los cuarenta mil minutos del segundo tiempo; si no pueden desviar el balón hacia afuera cuando se dirige inexorablemente hacia nuestro arco; si no sirve tan siquiera para adelantar el reloj de un árbitro ni para alargar el botín de Rezzónico. No lo tomen a mal mis queridos deseadores compulsivos de “suerte” pero… ¡nunca más aceptaré ni agradeceré los deseos de buenaventura de aquellos que no puedan hacerla realidad!
– Suerte, me voy a dormir -dijo mi mujer en el entretiempo-. – ¿Vos también me deseás suerte? Pero te vas a dormir… – ¿Y yo qué puedo hacer para que asciendan? Ya te dije suerte. – ¡No me digas más suerte, me tienen podrido los que me desean suerte y no hacen nada! ¡Hagan algo por favor, alguno que haga algooooo!
– Uff, estás descontrolado, mañana me contás cómo salieron, no me despiertes, ¡Suerte! Perdón, perdón, retiro lo dicho. – ¿Que no te despierte? Si llegamos a ascender te despierto a vos y a todo el barrio, ¡a toda la ciudad carajo! ¡Andá a dormir tranquila, yo me quedo con la mesa ratona, que es más compañera que vos!
¡Recontrasolo! La fiesta popular del fútbol, la pasión de multitudes, el aliento ensordecedor de los hinchas reducida a un boludo solo en su casa, cuidándose de no gritar para no despertar a su mujer. Esto no es fútbol, es un experimento, es un reality de hinchas en cautiverio, nos están filmando, estamos todos “tanopasmanizados”. Che, científicos maquiavélicos, ¿van a hacer un documental? ¿quieren ver cómo reacciona un idiota con la camiseta de Platense, aislado, incomunicado, desarraigado, fracasando en su intento de ascender? ¡No somos hamsters! No comemos alimento balanceado, preferimos choripanes. Nuestra raza tiene por naturaleza juntarse, preferimos soportar la desgracia o el éxito todos juntos, compartir el desamparo saliendo de la cancha con el brazo apoyado en el hombro de otro de la misma especie, con los ojos espejados en el llanto compañero, no en un living de mierda adonde no hay hombros, no hay ojos. No en un gimnasio de pantalla gigante donde nos transmiten sensaciones elegidas que no nos pertenecen, donde a Quiroga lo llaman Barreiro, a Páez le dicen Pansardi, donde nos muestran con frialdad un festejo ajeno, que no vamos a mirar. Ya fue, ya fui, ya fuimos.
Doce pasos: la rayuela del fracaso. Melivilo: el único que pateó el penal adonde él quería. Humberto Vega: difícil alojar un gran complot en su botín derecho, solo fragilidad física y emocional. Flores: gran atajador de penales… de penales… de penales… Mi desconsuelo no tiene consuelo. Volvimos a descender. Mi estado de ánimo se escondió debajo de la heladera y no puedo hacerlo salir. Le devuelvo a cada uno la suerte deseada, no alcanzó con el sólo deseo, gracias igual, acá se las dejo, les deseo “suerte”.
Algunos fantasmas murieron: ni los referís, ni los dirigentes, ni la televisión, ni las afas, ni los shoppings, ni los horarios impidieron que ascendamos. Es muy triste descubrir que no quieren perjudicarnos, ya no se ocupan de nosotros, ¿carecemos de importancia? El pueblo Calamar se siente enfermo. Es extraño, porque en los últimos 15 años nos han vacunado muchas veces. Nuestro destino es incierto, muerto el pulpo Paul y la vieja Carancho, no hay a quién consultar nuestra suerte, no confío en el armadillo Flitz. Nuestra condena se renueva cada año, si es perpetua merecemos saberlo.
El médico me dignosticó “hernia de resignación severa con afectación aguda de la glándula del optimismo”. Tengo que cuidarme, algo tengo que cambiar. Me puse a hacer algunas cuentas retrospectivas y descubrí que hubiésemos sido tres veces campeones, jugado dos Libertadores y logrado tres ascensos si los partidos terminasen a los ochenta minutos. Por lo tanto, tomé una decisión definitiva: he decidido vivir un mundo futbolístico paralelo, tomaré los resultados que obtengamos hasta el minuto ochenta de los partidos, ¡esto me entusiasma! Me siento mejor, voy a llevar mi propia estadística, mi propia tabla de posiciones, ¡basta de la tiran?ía absurda de los 90 minutos de duración! Me voy a independizar.
Cuando vean un tipo que se va de la cancha diez minutos antes de lo que dice la AFA ¡ese soy yo! Para mi reglamento termina el partido a los ochenta, el resultado de ese momento es el que vale, ¡Pelito pa’ la vieja! ¡Corto mano, corto fierro ! ¡Daré vueltas olímpicas interminables, lograré ascensos consecutivos, jugaré copas internacionales, fundaré una nueva asociación de fútbol de ochenta minutos! Si alguno de ustedes quiere sumarse, ¡bienvenido! Seremos Platense “90 -10”. Solo pido reserva, discreción, prudencia , no lo divulguen por favor, ¡por favoooor! Les ruego que no cuenten nada… shhhhh, que no se enteren los contrarios, si se enteran, quizás… ufff… ¡quizás comiencen a hacernos los goles a los setenta y cinco ! Y yo, yo ya no podré soportarlo ¡Suerte! Gracias… No estoy bien…..pura tinta calamar.
Calamarrón
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