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Vega vs. Vega

  • Foto del escritor: cesar dario fazzini
    cesar dario fazzini
  • 5 jun 2014
  • 3 Min. de lectura

El Dani Vega trata de encontrar el lado plano de la pelota para apoyarla con certeza. “¡No insista, es redonda!”, dice el referí. Una matita de césped irrespetuosa se erige en protagonista: TyC, cual Nathional Geographic, muestra la lucha desigual entre la matita y el botín de Trapito; finalmente los tapones afilados eliminan a la matita de pasto. Los corazones Calamares se agarran de las manitos, como cuando iban a ver una de miedo. El Dani posa la redonda, toma carrera pero se arrepiente. Los corazones Calamares no soportan tanta dilación. La pelota está nerviosa, sabe que es una definición y no se puede quedar quieta. Trapo vuelve hacia el balón, clava el taco en la tierra para hacerle una cunita, vuelve a tomar carrera, corre hacia el balón y lanza un proyectil caliente que derrite las manos de su homónimo, que no puede evitar que los sufridos corazones Calamares junten sus brazos para preparar el abrazo gigante final. No puede evitar que yo patee de alegría a mi compañera de tantos partidos, la mesa ratona. No puede evitar que un pueblo sobreviviente de los infortunios se atragante de ravioles, de pizza, de asado. No puede evitar que un pueblo endomingado de marrón y blanco haga sonar las bocinas de alegría solitaria frente a una pantalla iluminada por tanta ilusión, sin tener a mano, quizás, un igual con quien abrazarse.

“Vega vs. Vega”, ¡Final! ¡Peliculón, final perfecto! Prefiero el cine. ¿El fútbol? En otro momento.

80 + 10.

Durante 80 minutos un personaje se come la película: el uruguayo Flores, que escena tras escena, recurriendo quizás a efectos especiales, evita que el balón ingrese en su arco volando, revolcándose, ganando en lo alto, estirándose, quizás como hacía en su Colonia natal para robar un níspero de la casa del vecino. Pero de un momento a otro, de forma inesperada, Flores queda inmóvil, tieso, petrificado, como hipnotizado al recibir en sus ojos un rayo de sol que estaba escondido detrás de un centro llovido que no auguraba tanta malicia. El oriental reaccionó como cuando a las liebres les apuntan el buscahuellas en los ojos, como el gaucho que se encuentra en la madrugada con la luz mala ¡Quedó como engualichao! ¡Duro, duro! Y cuando Tu Sam entró para cortarle el gualicho al bueno de Flores, el que hacía de malo en la peli, un tal Godoy, ya había aprovechado para hacer un gol a traición, en vez de parar el juego como corresponde, cuando un contrario se encuentra patitieso y encandilado. Fea la actitud.

Pero llegando al final del largometraje, Flores se reivindica: el Uru se mete en el “túnel del tiempo” para resolver las causas “penales” y sus piernas, memoriosas, lo eyectan hacia su poste derecho con juvenil destreza, logrando pagar las dos primeras cuotas de cierta deuda acumulada. Mientras tanto, el Pato finito al rincón; el Popi grueso afuera; el bidón Barreiro al palo contrario; el Mono a la izquierda… y aquel Vega vs. Vega. Penales, penales… Pena les da a los otros haber quedado afuera, ¡una pena, por penales!

He sobornado a mi memoria y ahora acepta mis olvidos, ya ni recuerdo si en aquel primer partido o si en este lejano primer tiempo nos tuvieron en un arco: gracias a mi memoria ya no lo recuerdo, prevalecen los olvidos. Quizás vuelva a recordar, muy pronto, cuando ocurra un hecho inolvidable.

Encandilado por el sol del triunfo, no alcanzo a ver si jugamos bien o mal, encandilado por las luces del estadio, no puedo ver si conviene jugar de local o visitante, de noche o de día, jugamos siempre igual. ¿Mal? Yo no dije tal cosa. Tenemos que tener cuidado con la pelota mojada, que no se nos escurra la esperanza de las manos.

Pensadores, eruditos y racionales, abstenerse… ¡Vaffanculo! Ascenso mata justicia, optimismo mata razón, ascenso mata belleza. El ascenso somos nosotros, el triunfo somos nosotros, los jugadores somos nosotros, somos los únicos que vamos a estar allí incondicionales, adonde esté Platense. No hay oferta mejor que ser de Platense.

Yo ya estoy preparado para la final. Tengo un nudo y algo más en la garganta. Tengo un bidón con lágrimas de alegría; un pedazo de cielo para brindar con aquellos; la camiseta; un tanque de doscientos lleno de abrazos que quieren salir; un “Dale Marrón” cascado de tantos años de usarlo; la bufanda de lana y el gorro con nuestros colores… Hay que cuidarse: un viento de triunfo y de pasión va a soplar fuerte sobre el pueblo marrón y blanco….. pura tinta calamar.

Calamarrón


 
 
 

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Responsable escrito: César Fazzini
   Siempre con "La Marroni"   
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Cesar Darío Fazzini

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