La Platensidad al palo
- cesar dario fazzini
- 2 may 2014
- 3 Min. de lectura
Pierdo los anteojos, el celular, la paciencia, el pelo, las mañas… pierdo los partidos, las mujeres, los documentos, los pendrive… pierdo el tiempo, las llaves, las medias, el control remoto, el cargador del celular, algunos amigos… pierdo algunas ganas, la memoria, pero pude cerrar la cajita a tiempo, como hizo aquella vez Pandora, y por un pequeño agujero pude ver que hay algo que todavía no perdí, claro, es lo último que se pierde.
Me aferro a la leyenda, tapo el pequeño agujero para no perder “lo último que se pierde” y me siento en mi sillón testigo. Enciendo un vaso de tinto y dos choripanes. Somos tres en el sillón. A mi derecha y ya lejos, el triunforro con Merlo, cinco minutos y golcito, después, la eternidad, y a co-Merrrloooo. Nada más. A mi izquierda, un poco más cerca, la victoria contra Fénix, dos golazos a los suplentes rosas, con Rutili en el banco deprimido al descubrir que es peor que Páez. Nada más.
En el medio del sillón, “yo”, esperando que salgan a la cancha de plasma Boca y Platense, estoy ansioso, quizá no me alcance el vino hasta marzo. Entonces apoyo los pies en la mesa ratona y espero que entren en pantalla el “Bicho” y Platense, por lo menos. Cuando estaba pensando que dos choris eran poco hasta agosto, aparece la imagen de unos tipos con camiseta azul, con nombre de estación de tren, para jugar contra nosotros, y comienzan a dispararme dardos envenenados con pura realidad dominical desde la pantalla.
A las dos y cinco patean al arco, pero Flores se tira a las dos y cuarto y es gol. Los dardos de realidad corporizan a mi mujer gritando: “¡Sacá las patas de la mesa!”. Mientras tanto, entra uno de azul corriendo al área y Flores hace un ¡strike perfecto! El réferi, que nunca jugó al Bowling, cobra penal. “¡Para qué carajo sirve una mesa ratona si no es para apoyar los pies mientras ves la tele!”, grité yo caliente, por el segundo gol, sabiendo que mi mujer desde el baño no escuchaba.
Vuelvo a la pantalla y veo a un jugador con botines amarillos y camiseta de Platense que hace todo mal, me pongo los anteojos para ser preciso en el insulto y lo cambio por recuerdos: “Bien Trapito, bien, ya va a salir”. En fin. Hace el gol Meza y asocio, y tomo coraje, y me envalentono: “¡El hombre que deja que su mujer no le permita poner los pies en la mesa ratona es poco hombre…!”. Esta vez ella no estaba en el baño. “¿Querés un café, poco hombre?”, contestó mi mujer. Bajé las patas de la mesa ratona y acepté, ella trajo el café, y jugó los últimos quince minutos conmigo.
“¿Es un amistoso? No hay nadie. Ese Páez es re-lento y le pasa la pelota a los contrarios, ese Rodríguez siempre quiere gambetear a uno más. La sacaron sobre la línea, ¿viste? El arquero de ellos ataja todas, no como el de ustedes. A Peralta le quedaban mejor las rastas que el pelito corto… ¡Que rápido le creció el pelo a Talín! ¿Van a perder otra vez? ¡Uy, terminó! Perdieron… al final no tomaste el café”.
Comemos sushi, comemos bofe, me duele la panza como cuando era chico y mezclaba boludeces. Somos parientes empedernidos del milagro. Hemos mejorado la manera de perder. ¡Uf! . Quizás el optimismo sea sólo un acto de prepotencia. Conservo el orgullo de ser de Platense, pero me agota la calamidad de serlo. Por ahora no encontramos la puerta para salir de los recuerdos. ¡Uy, perdón! Me olvidé de tapar el agujerito de la caja de Pandora… ¡Menos mal! Lo último que se pierde está ahí… por eso ¡Vamos… vamos todos carajo…..!
La espera más larga, el pecho más ancho ¡la hinchada más linda del mundo!, El gran Goyeneche, la marrón y blanca, Esperanza ¡por tiempos mejoreeees!, ¡La Platensidad al palo! ¡La Platensidad al palo! ¡Al palo! ¡Al palo! ¡Al palooooo…! …pura tinta calamar.
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