Camisetas vacías
- cesar dario fazzini
- 3 abr 2014
- 3 Min. de lectura
Camisetas de Platense se vuelan de alguna terraza y caen en la cancha de Chicago. Unos muchachos de Mataderos juntan once y gritan: “¡Hay equipo!”. Un réferi miope, no advierte que la pilcha Calamar está vacía. Pitazo inicial. Once camisetas huecas flamean al compás del viento, mientras los Chicago New se divierten y la gente festeja. Un canal deportivo televisa el despropósito. El público delira “¡Ole! ¡Ole! ¡Ole..!” La televisión nunca enfoca al toro.
El árbitro interrumpe la fiesta, decreta un intervalo, y exige que pongan algo adentro de las camisetas vacías… para que tengan algo de peso. Por los altoparlantes se solicita la presencia de gente para llenar la marrón y blanca. Unos tipos que están haciendo turismo por Buenos Aires hace unas semanas escuchan y acuden al pedido: se calzan la pilcha, sólo para que no se vuele. Con un marcador negro, los tipos “manchan” las camisetas con sus nombres.
Se reinicia el espectáculo. Los turistas solo buscan divertirse. Un tal Matos le pide el aerosol al réferi para afeitarse porque a la noche tiene una fiesta… ya se pone la camisa y la corbata… “Total no soy de transpirar”, dice. Un señor grande, que juega en los Chicago con la 10, saca a bailar a un tal Bochita y un tal Páez… pero estos dos caen al piso, cansados por no poder seguirle el ritmo al viejo señor Gomito. Entra un Pato a la cancha, pero el juez deja seguir porque el Pato no hace nada.
Un tal Peralta y un tal-In juegan al fideo fino en la medialuna, mientras giran, se desprenden de sus cuerpos los últimos pedacitos de vergüenza que les quedaban, y ya no tienen más… ya no tienen más. Un tal Vega logra frenar por primera vez a un contrario, con una vistosa pirueta, el réferi lo expulsa injustamente con la excusa de que con su voltereta voladora puso en riesgo la masa encefálica del contrario. El tal-In, ya sin la carga molesta que provoca la vergüenza, mira pasar a los contrarios, pero se concentra en el truco del “Dragón de fuego”, lanzando humo por la boca, al mismo tiempo que twittea ¨twitteces¨.
En un pase de magia aparece un tal Melivilo, quien luego de purgar una mínima condena por exceso de excesos, la clava en un ángulo y vuelve a desaparecer. Un tal Trapito, un tal Barreiro y un tal Flores, confundidos, se toman la cosa en serio y arruinan la fiesta.
Pitazo final. Los Chicago 3, Camisetas vacías 1.
Renuncias nulas, renuncias no aceptadas, renuncias renunciadas. Los hinchas ¨no¨ renunciamos. Las esquirlas de la vergüenza todavía flotan en el aire y me pegan en el cuerpo. El tal-In recoge del piso un pedacito de vergüenza y borra sus “twitteces”. Ramitas de perejil que crecen en todos lados, agreden innecesariamente a jugadores mínimos, brotan falsas víctimas, crecen falsos indignados. “Todo tiene un límite”, declara un tal Peralta… menos la pizza, la cerveza y los alfajores. Una vez más el utilero se sorprende porque no tiene que lavar las camisetas vacías… secas como siempre.
Toy escondido en el refugio de tristezas de mi infancia, en la casita del árbol… ¡Ya se que estoy grande! ¡No me jodan! Ya tengo la última figu… llené el álbum de fracasos… ¡Quiero mi premio!
Caigo en la tentación y grito: “¡Que se vayan todos..!”. El hornero de la casita de al lado, que me conoce de chico, me informa que algunos ya empezaron a irse. Huyen despreocupados, por la puerta chica… como la de la casita del hornero.
Encuentro una lata donde guardo los deseos incumplidos, en un papelito amarillento leo: “Platense a la ‘A'”, y no se a quién reclamarle. El hornero trata de consolarme: “Te aviso si entran al cuadrangular”. Adentro de un frasquito descubro el “Evatest” de cuando mi vieja quedó embarazada de mí… dos rayitas blancas y una marrón; “Predisposición genética inevitable”, le dijo el médico… “¡Cuídelo!” …recién ahora entiendo porqué se lo dijo…… pura tinta calamar.
Comentarios