¡Billetera mata ilusión!
- cesar dario fazzini
- 16 mar 2014
- 3 Min. de lectura
¡Me cortaron en rodajas! ¡Soy Calamar! ¡Me siento raba! Me condimentan, me ponen en cazuela, me cocinan, me enfrían, me calientan… ¡Basta de esta cazuela Metropolitana! Todos mezclados en la misma olla, girando al compás de jugadores de madera.
“¡Quiero cobrar el impuesto a la ganancia del partido anterior!”, dice Matos, recostado en una fuente mientras lo condimentan para jugar contra Los Andes. “Hice el gol sobre la hora, le dí un sabor especial, si no cobro, no pienso ensuciar mis botines rojos en esta olla popular que se está cocinando”. ¡Billetera mata ilusión Matos! ¡Billetera mata ilusión! Me gustan los incorrectos… con cara de incorrectos… volvé Balvorín.
Tiran en la olla al Pez-Aldazábal, y el “Patrón del mal” sube el fuego , y todos hervimos en Vicente López. El cocinero Méndez le agrega un ají putaparió, el Pez-Aldazábal se ríe y el cocinero Méndez se quema. Y el Pez-Aldazábal se ríe del cocinero, se ríe de mí, se ríe de vos… y hace la plancha en su laguna privada de doble apellido… piensa: “¡Qué boludos! No se dan cuenta, está todo cocinado, yo solo lo caliento en microondas antes de salir a la cancha…”. ¿A ver los ingredientes que lleva la cazuela Los Andes…? ¡No, penales no lleva”, je… je, je… no se le pone, gustos son gustos. Y el Pez-Aldazabal, desaparece, pero queda su olor desagradable.
“¡Así no cocino más!”, amenaza el cocinero Méndez desde las gradas , con su chaqueta blanca impecable. “¡En esta cacerola algo huele mal!”, grita, omitiendo la imagen borrosa del equipo. Y la cazuela se enrarece, hierve, se pasa de cocción.
La cacerola es micro, y viaja a Campana, con mal olor, el cocinero Méndez acepta seguir cocinando y renuncia a su renuncia. Tres días de cocción es mucho, los ingredientes se empequeñecen, se disuelven, se diluyen, y yo sigo girando recalentado, como pequeña raba que alguna vez fue un gran Calamar, un Calamar gigante.
En Campana, la cazuela no tiene gusto, la sal no sala y el azúcar no endulza. El cocinero Méndez trata de darle sabor, pone en el centro de la olla, Pan, Pepe y Popi, mezcla, y solo se escucha a Palito cantando “Sabor a nada”. Le agrega Melivilo y tiene gusto a un comino. Matos, con sus botines rojos, confunde al cocinero, no son frasquitos de pimentón, solo es vidrio rojo, se pueden romper, y Matos los cuida, y no condimenta, no sazona, no adereza. Los cuatro del fondo están pegados, nuestro cocinero les tira un chorro de vino blanco para despegarlos, la jefa de seguridad se queja y Méndez dice, “es Gatorade señorita, es Gatorade”.
Yo sigo aquí, adentro de esta cazuela, lejos del Calamar que fui, hecho rodaja, no tengo fuerza, pasa a mi lado el berberecho Ábalos y me grita “¡ole!”, un diente de ajo me muerde la yugular, nuestro cocinero confundido, mezcla Pato con mariscos, un caos, lo veo al Trapo Vega que como cinta de capitán tiene un aro de cebolla, y todo está revuelto, y el cocinero del equipo Sussodicho se aprovecha y consigue que nos agreguen dos pepinos imprevistos, un asco, cazuela con pepinos. ¡Nos metieron dos pepinos! Una antigüedad, pero yo veo los pepinos y estoy intranquilo, me siento vulnerable siendo raba, siendo aro, no estoy acostumbrado, extraño a mis tentáculos.
Nuestro cocinero está perdido, pierde el punto de cocción, pierde el punto de equilibrio, pierde el punto y aparte, en fin, pierde los tres puntos, como Platense, como nosotros. Derrota mata derrotero. Derrota asesina. Perdón por mi desmesura.
¡Yo quiero cobrar el impuesto a las pérdidas del hincha! ¡Quiero jugadores en cooperativa, como actores humildes que cobran de acuerdo a su eficacia!
Trato de no bajar los tentáculos, me siento empetrolado de tristeza, esta derrota artera impactó bajo la línea de flotación de la ilusión, se hunden las esperanzas, otro naufragio. No es dramático, es fútbol boludo. Ya sé, no me digas boludo. ¿Tas caliente porque perdimos boludo? Si, bo-lu-do, manejá y no jodas. Cuidado con el puente. El peaje a medias, ¿cuánto gastaste de nafta? No venimos más, boludo, al pedo, para ver a estos muertos. Te suena el celular… ¡uy!, mi mujer boludo, no atiendas, ya no resulta gracioso, ta bien…… pura tinta calamar.
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